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viernes, 13 de noviembre de 2009

Los Ladrones de la UBA (Crónica)

“Explotó el peo”. Eso fue lo que pensé cuando leí la publicación en el facebook de una amiga referente a un supuesto robo en un aula del edificio de derecho en la Universidad Bicentenaria de Aragua aproximadamente a las 11 de la mañana. Para colmo, unos días antes, mientras sacaba copias dentro del campus, observé que en el vidrio de la recepción del edificio de post-grado había un panfleto con dos fotos de unos individuos -tomadas por las cámaras de seguridad en las pirámides- advirtiendo sobre un presunto robo perpetrado por los fotografiados en la tienda “Dulcesitos”. Esto me hizo caer en la credulidad fatua de los chismes de pasillo.

Transcurrida la tarde, luego de un largo día de trabajo contable, me dispuse a asistir a mi clase de Planificación y Desarrollo Radiofónico. Era la primera vez que el facilitador llegaba temprano a impartir su cátedra. Con los ánimos distendidos y rotos los alumnos hicieron que la clase entrara en tensión tempranamente. Sin siquiera terminar de dar el plan de evaluación, la clase fue dada como vista; gracias a la actitud parloteadota y a la charlatanería de los estudiantes. Súbitamente, en pleno zaperoco, irrumpió un alumno proclamando exaltado: “¡NO ES POSIBLE QUE EN ESTA INSTITUCIÓN LA INSEGURIDAD ESTÉ CADA VEZ PEOR! ¡SECUESTRARON A UN ALUMNO Y LO MATARON A LOS CUATRO DÍAS! ¡EN ESTE MOMENTO SE ESTÁ DESARROLLANDO UNA PROTESTA EN EL EDIFICIO DE DERECHO!, ¡NOSOTROS PROTESTAREMOS!, ¡YO NO SE USTEDES!”.

Para acabar de componer, el alumnado, ya disperso por la “clase vista” y por las fúnebres declaraciones, se esfumó poco a poco como agua entre las manos del aula. Todos con diferentes intereses, partimos a una noche que depararía para la Universidad Bicentenaria de Aragua una hermosa “guarimba” del cansado estudiantado. Mientras el aula se quedaba vacía y yo intentaba mediar por los estudiantes interesados para seguir viendo clases, de un sopetón quedamos a oscuras. Cortaron la luz, pensé. Ahí en medio de la locura y el griterío, decidí averiguar qué estaba pasando. Salí del aula, seguidamente del edificio y al divisar al primer guardia de seguridad lo sometí a una pregunta directa. ¿Qué hay de cierto en esos rumores? ¿Es verdad que robaron un en aula de derecho esta mañana? Sin nada que decir el seguridad fue interrumpido por quien estaba con el, un señor con rasgos de profesor. “Si, es verdad” me dijo el individuo.

Alarmado por la extraña ola de rumores que se escuchaban en los pasillos, chismes cada vez mas exagerados, decidí ir a la Escuela de Comunicación Social. Al subir, no necesité hablar nada. El director de la escuela, el Lic. Ramflint Lermo, con cara de que sabía a lo que yo iba, empezó a hablar. “¿Me vas a decir qué si hubieran robado a alguien esta mañana, van a reaccionar 12 horas después?, eso es ridículo. Esos son los alumnos flojos de siempre, tratando de armar una protesta más. Y ya vas a ver, esto será peor, irá en aumento, te lo aseguro. No queda de otra que pensar que eso es un rumor que salió de las redes sociales de Internet”. Me quedé frío. Tal vez por mi ignorancia e inocencia no pensé en esos detalles. Pero en ese momento, no estaba satisfecho. Creí que si habían robado, los vigilantes que trabajan en el campus debían estar informados.

Salí de la ECOS luego de una charla tendida y amena con los profesores, directo a ver qué pasaba en derecho. Saqué mi celular y grabé algunos comentarios de los supuestos hechos que ya conocía. Presunto robo en un aula de derecho perpetrado por dos malandros armados, un presunto secuestrado-muerto, la amiga de Angelito que según fue atracada en las afueras de la universidad mientras yo estaba en clase, los presuntos robos al Banco Occidental de Descuento (BOD) en la institución, los supuestos robos a las 6 de la tarde y el presunto atraco a la tienda “Dulcesitos”. Estos casos me tenían cabezón y curioso, aunque la situación de seguridad en la UBA estaba trastocada desde hace años. Carros desvalijados, atracos, bombas lacrimógenas, guarimbas, vidrios reventados, carros agraviados y otros casos se sumaban a los rumores y el estudiantado explotó.

“¡NO SOMOS PRESOS!, ¡SOMOS ESTUDIANTES!” gritaba a coro la multitud acompasada desde el alma. Alarmado, ya en la zona de los futuros legisladores, divisé al tumulto, con caras irreconocibles (a mi primer juicio); gritaban desesperados, almas enclaustradas pedían ayuda, respiro y atención de parte de las autoridades universitarias. Observando el bululú, noté que en el núcleo, donde se batía el cacao del meeting, estaban unos 10 líderes, gritando a todo pulmón por sus derechos, la comunidad estudiantil asentía con gritos y señales de aprobación en el aire. Me acerqué poco a poco y me fijé que uno de los estudiantes estaba rojo, iracundo, algo sucio como si hubiera estado batallando cuerpo a cuerpo. No le presté atención a los detalles y me distraje con la ambulancia que recién había llegado a la puerta trasera de la Universidad. “Coño, no me digas que heridos”, pensé.

Fui intempestivamente al nuevo tumulto, que rodeaba a un herido. Al aproximarme a la salida, observé que el portón lo habían tumbado a la fuerza. La señorita en medio de la muchedumbre había sido herida por este, que cayó en la calle del barrio adyacente a la Universidad. Según el diario El Aragüeño, que reseñó el disturbio, la señorita estuvo desmayada durante veinte minutos. Anonadado, y algo molesto por nuestra imprudencia y nuestros mirones que atosigaban a la herida, decidí alejarme de la herida y volver a la protesta, a ver qué decían los que dieron la cara.

Tantos gañotes, y ni uno entendí, tal vez fue por eso, eran muchos y al mismo tiempo. Claro, reclamaban seguridad, sólo eso entendí. Mientras miraba a los alumnos reunidos vi al mismo chamo sucio, colorado e iracundo y decidí hablar con el. Le comenté algo sobre las bolas que deben tener los estudiantes para protestar de verdad y mi posición al estudiar en una casa de estudios privada. Al hablarle de esto, el muchacho, idealista, me decía: ¡PERO AYÚDANOS!, CON ESE GAÑOTE Y LO QUE HACES ES MANDAR, APÓYANOS. Yo sólo le respondí que no soy de esos que tumban estatuas y arman zaperocos -a pesar de incentivarlos a hacerlo-, menos en una universidad privada con cámaras. El me dijo que el si, exaltado. Mientras conversaba con el joven, me comentó que era de sexto semestre de derecho. Asimismo, contándome detalles de la subversión, me mostró el candado forzado del portón recién tumbado. Al ver el candado, pensé tal cual serie policial gringa: este candado es evidencia.

Luego de esto, me enteré que la policía presuntamente había incautado dos armas al lado del portón tumbado. Me alejé de los entes implicatorios, y trate de acercarme de nuevo al núcleo de la protesta en la planta baja del edificio de derecho y avisté a varios de mis compañeros de clases en el tumulto. Los alumnos seguían con las consignas contestatarias en contra de la autoridad. Lo que no había notado era que ya estaban grabando declaraciones, ¿de quién?, no lo sabía. Me acerqué un poco y después de la preguntadera me enteré que era Carlos Gámez, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Me impresioné al saber que era el, entre tantos estudiantes enfurecidos como jauría de lobos hambrientos. En un momento pensé que lo iban a linchar, los alumnos estaban sedientos de justicia.

Imagino que cansados de tanto alboroto, las autoridades mandaron a cortar la energía, para que la gente se fuera a su casa en paz. Esto hizo que varios de los protestantes, gritaran exaltados en coro con dominio de voces femeninas. A su vez los ánimos se fueron disipando, y cada quien se fue alejando del alboroto. La protesta se había terminado.

Luego de un día de haber vivido tan extrañas cosas, sé que los verdaderos ladrones son los que le robaron el tiempo de las preciadas clases a los alumnos que si querían aprender algo esa noche. La inseguridad social, latente en la patria, es un mal lamentable que está salpicando de sangre nuestras paredes universitarias. Queda de parte de nosotros, el personal obrero y el personal docente y administrativo de la UBA, batallar con moral y luces estas póstumas patrañas que fueron predichas por José Vicente Rangel en el Diario VEA: guarimbas en las Universidades. ¿Causadas por inseguridad? ¿Que los ladrones de la UBA están haciendo que nuestros pagos sean en vano? Yo no se, eso lo sabes tu.


domingo, 8 de noviembre de 2009

La Veracidad del Método -Periodismo- (Ensayo)

Al aventurarnos a comprender el periodismo en su máxima extensión, nos encontramos con diferentes tópicos que nos hacen entender su concepto. La diferenciación entre el Periodismo interpretativo, Periodismo Informativo y el Periodismo de Opinión pica y se extiende. Es decir, la intencionalidad de los mismos, delimita una brecha intensísima.

Según la ciencia periodística avanza, los términos y los métodos que esta conlleva también se desarrollan. Muchas veces, la objetividad y la verdad tienden a ser sobrevalorizadas. Estos dos valores, que a primera vista corresponden intrínsecamente con la ciencia de la información, comprenden conceptos filosóficos más abstractos de lo que podemos pensar. La verdad, es un principio definido como una premisa repetida varias veces; esto a mi parecer es una gran mentira. El concepto de verdad está ligado a la conformidad del entendimiento con las cosas.

Pero en el contexto del periodismo no se comprende el concepto a primera vista. Desde sus inicios como disciplina informativa forjadora del carácter, la verdad ha sido el primer/último fin del periodista. La búsqueda de los hechos tiende a ser una respuesta. La verdad para un periodista o incluso para el lector, es plasmar los hechos tal y como han pasado. Entonces es cuando coincidimos con el fin máximo del periodismo: conducir a la verdad. Aunque la búsqueda no cala sólo en ese punto. Lo que diferencia al periodismo de la cinematografía, la literatura y otras artes es en esencia eso, la verdad.

En el periodismo de antaño, la verdad estaba mezclada extrañamente con la literatura. Todos estos hechos eran contados de una manera poco estructurada. Después, con pasar de los años, surgieron los géneros periodísticos. A principios del siglo, las noticias se generaban gracias a rumores; esto ha cambiado gracias a la organización lógica del oficio. Luego del surgimiento de las grandes agencias de noticias, la “verdad” se convirtió en un negocio que ya no sería pintada de idealismo. Aquí yace la importancia de un método que forje un periodismo “puro”.

El libro “La Opinión Pública” escrito por Lippman, ayuda a comprender y esclarecer mejor el concepto de verdad comparado con el concepto de información. “Información y verdad no son la misma cosa”. Esta premisa explica que los rumores también son información, pero no son necesariamente verdad. Tampoco cualquier cosa es noticia, debe conllevar importancia social y sobre todas las cosas, veracidad. En síntesis, “la función de la verdad es arrojar luz sobre los hechos ocultos, relacionarlos entre si y esbozar una imagen de la realidad sobre la que puedan actuar los hombres”.

Muchos ensayistas y escritores han tratado de definir la correspondencia real del periodista con la verdad. Todas estas versiones dejan atolondrado a cualquier periodista. ¿Cuál es el verdadero compromiso con la verdad? A mi parecer, sacarla a la luz. Muchas veces nos encontramos con posturas que indican que las noticias siempre son verdad. Particularmente considero que asentir ante las noticias es una falta de actitud periodística. El escepticismo debe predominar en nosotros. Pero las historias deben ser lo más veraces posibles. La verdad tiende a ser contradictoria, compleja ininteligible pero el periodismo puede llegar a descubrirla. Es decir, la verdad se hace con el pasar del tiempo.

En cuanto a la imparcialidad, la equidad y la objetividad, llegamos a un acuerdo de que estos valores son harina del mismo costal. Son valores plenamente subjetivos. Algunos teóricos definen la evolución del periodismo en tres partes importantes: el periodismo ideológico, el periodismo informativo y el periodismo interpretativo. Los valores de la interpretación están íntimamente ligados con la imparcialidad, la equidad y la objetividad. Esa imparcialización de la información no es sino una maniobra subjetiva para hacernos creer que una historia es veraz. Al igual ocurre con la ecuanimidad, no se es veraz por poseer la misma cantidad de opiniones de dos lados; es decir, un hecho tiene siempre más de dos maneras de ser contado. También la objetividad, afiliada a la veracidad, está impregnada con valores subjetivos propios; ¿quién cree en la objetividad de un desconocido? Es decir, para que una información sea 100% objetiva tiene que estar en nuestras manos y palparse con cualidades materiales. El periodismo ha evolucionado con sentido hacia la interpretación, es decir, se le añade una característica que lo hace más profundo.

Entonces, ¿Qué es lo que hace al periodismo una ciencia única en su género? Sencillamente la veracidad y la verificación de los hechos. Todo periodista sigue un método. A pesar de que muy pocos han teorizado acerca de la verificación de los hechos, se sabe por experiencia qué es lo que determina que el periodismo sea diferente a la literatura. El periodismo se centra en el relato verdadero de los hechos. El detalle con esto es que la realidad puede ser tergiversada; con el cambio de pocas palabras, el sentido de una noticia puede ser reivindicado. El problema fundamental es la existencia de la persuasión periodística. El propagandismo genera una red de información en beneficio del poder, o de individuos que quieren dar a conocer ideas. El periodismo actual tiene una deficiencia fundamental, la falta de un método que lo haga veraz a su máxima expresión (que diferencia la propaganda de la noticia).

Existen ciertos métodos que le dan sentido de objetividad a las historias. A finales del siglo XIX los periodistas hablaban del realismo sobre la objetividad. A esas épocas, ya se desarrollaba un método. La pirámide invertida fue colirio para los ojos del periodismo. Ésta jerarquiza la información, poniendo en el primer párrafo los hechos más importantes, para así ir comentando el resto de hechos de menor trascendencia. A pesar de estas mejoras, los medios cada vez estuvieron más concientes del poder de la propaganda y del papel de la información en el forjamiento de la sociedad.

Se le recomienda a un periodista mantener las ideas objetivas lejos de los prejuicios personales. Esto también forma parte del llamado método veraz. Es decir, valorar y juzgar una situación, no representa el sentido original de un periodismo veraz. A principios del siglo XX a penas se empezaba a teorizar sobre la carrera. Este oficio no era académico ni se formaba en las escuelas universitarias, era simplemente practicado por los testigos de las eventualidades. Años después la carrera se tornó en algo estrictamente académico y los periodistas dejaron de ser exclusivamente de oficio. Esto ayudó a la formulación de teorías y métodos que hacen un ejercicio “más veraz”.

Con el pasar de los años, la humilde profesión se tornó en una disciplina menos rudimentaria tomando elementos del método científico. La comprobación de las verdades la incluía en esta categoría científica investigativa. La imparcialidad es un valor no intrínseco a este método. Nos parcializamos, sin dudarlo al método científico. Después de los cientos de teorizaciones, los catedráticos del periodismo asumieron el nuevo reto: la creación de los géneros para aproximarnos a la verdad.

La noticia, a mi parecer el género más veraz, esta a su vez se asemeja a un método estricto. Un método que permite plasmar los hechos tal como son. Ésta se asemeja al reportaje, que tiene cualidades imparciales y particulariza los hechos. Pero los géneros de opinión engloban al periodismo y a la interpretación en un solo costal, y hacen que esta carrera esté llena de puntos de vista y de particularizaciones de hechos para entender la realidad. Estos métodos se forjan gracias a los hechos que van de boca en oído. También hago referencia al estilo particular del reportero, que hace un método propio.
Existen ciertos consejos, que el periodista necesita interiorizar al escribir una historia veraz delimitada a un método. Primero, nunca suplantar información. Si algo no existe, es mejor ni nombrarlo. No engañar al lector es de suprema importancia para llegar a la veracidad de un género. Dar a conocer las fuentes, benefician la credibilidad, haciendo así que el método seguido para la investigación sea conocido.

En síntesis, las pugnas principales entre el periodista y el lector yacen en la veracidad de las interpretaciones, no seguidas por métodos predefinidos. El interpretar consiste en explicar el sentido de una cosa. Muchas veces los medios conociendo su poder, explican las realidades en beneficio de unos pocos, creando un método, pero de proselitismo y de adoctrinamiento. Con la ignorancia del pueblo persuadido ciertas causas e ideologías se populizan y popularizan. El periodismo interpretativo es el periodismo del presente y del futuro, es un método genial mediante el cual comprendemos la realidad de una manera más amplia.

Queda de nosotros adaptar nuestro estilo a los métodos de verificación e interpretación propios o conocidos, para lograr la objetividad tan discutida por miles de periodistas, críticos y lectores a través de la historia. Lograr un desprendimiento de la literatura artística y conseguir la literatura de la verdad (el periodismo), sin agregar hechos ni mentir sobre estos. En conclusión entregar el corazón a una pasión o un método vislumbrado por los hechos reales de nuestra sociedad, el ser periodista.

Sobre la Historia del Periodismo de Opinión (Reseña)

Para considerar el nacimiento del periodismo de opinión, en primera instancia debemos subrayar la importancia del nacimiento del lenguaje. Sin este, el periodismo como rama de las ciencias sociales no existiera.
El periodismo como disciplina no solo tiene cualidades informativas. También tiene un perfil persuasivo, formativo y entretenido. Desde los inicios de la prensa escrita, los géneros han evolucionado mucho para llamarse como se llaman actualmente y para poder ser clasificados en géneros informativos o en géneros de opinión.
El periodismo primitivo, no estaba tan empapado con los géneros a diferencia del periodismo actual. Pero en esos tiempos las primeras publicaciones poseían un carácter opinativo y contestatario que forjó lo que es el periodismo actual. Esos llamados periódicos primitivos construyeron la democracia actual, opinando y generando matrices de opinión. La ilustración y las revoluciones, generaron una ola de periodistas de oficio.
Antes de la creación de la Imprenta, a alturas del siglo XVII, existían publicaciones destinadas a criticar el carácter del régimen de paso. A su vez éstas plasmaban realidades que los intelectuales de la época percibían. Después, con el surgimiento de la imprenta, estas realidades pasaron a estar en manos de muchos más. Así entonces, en el mismo surgieron medios con intención de informar y apagar el oscurantismo que predominaba en el mundo.
Ciertos autores, dividen la historia del periodismo en tres etapas: periodismo ideológico, informativo e interpretativo. Consideramos que la primera etapa del periodismo, la ideológica, es un periodismo netamente utópico. La creciente ola de noticias a través del mundo hace que se vayan masificando las publicaciones. Todas a servicio de la religión, el estado, la monarquía, la democracia. Queja, tras queja, tras queja. Todo esto se desarrolla aproximadamente hasta los inicios de la industrialización cuando se masifica la imprenta.
Al crecer la empresa de la noticia, a principios del siglo pasado, prolifera el periodismo informativo. Al principio, el periodismo era sinónimo de opinión, pero luego del desarrollo ideológico de las gentes la objetividad tomo un valor negociable (se mercantilizó). Pero la prensa conservó su cúmulo opinativo; los géneros de opinión. Estos se desarrollaron a partir de la teorización de diferentes autores y periodistas. Pero en esencia, se desarrollaron a partir de la literatura y la política. Los artículos de opinión y las editoriales como parte del genero opinativo, nacieron de la prensa primitiva y de la manera inquisidora que los periodistas se tornaron a la noticia.
El periodismo de opinión surge como respuesta de la sociedad a la descalabrada política de “el estado soy yo”. También, surge agarrado de la mano con la proliferación del pluralismo y del renacimiento. En síntesis, la opinión y su difusión están ligadas a la individualidad y a la naturaleza humana.

Oscurantismo Universitario (Editorial de Revista Universitaria)

En la realidad universitaria de la Venezuela de hoy, nos encontramos con imperfecciones que hacen se critique el futuro del estudiantado. No a nivel político, sino en los estratos académicos. El aprendizaje está siendo relegado por el copia/pega/plagio de trabajos publicados en la Internet. Este espíritu investigativo de los universitarios, especialmente el de los estudiantes de Comunicación Social, poco a poco se ha ido difuminando en el las letras de los libros corroídos en las bibliotecas.

Hay diferentes casos que se pueden citar. En nuestra realidad como universitarios pichones de periodista, hemos leído algunos trabajos universitarios y hemos redactado otros cuantos. La Internet, esta dejando en segundo plano la erudición de los viejos manuales de estilo del periodismo. A su vez aísla la sabiduría de la buena literatura en papel y destruye la imperecedera perfección del razonamiento y el conocimiento. Los estudiantes de Comunicación Social estamos creciendo en un periodismo sin letras, y es por voluntad propia.

Claro, nos salva la incansable labor de algunos docentes y facilitadores, que nos impermeabilizan contra la ignorancia. Pero parte del estudiantado, con su brújula del conocimiento averiada, persiste en no escribir y plagiar trabajos provenientes de la enciclopedia digital Wikipedia y copiar párrafos y fusionar portales Web que ni siquiera leen. ¿Cómo se comprueba esto? Pues muy sencillo, no pasa de sentarse en un aula de clases; observar la actitud del estudiantado y la actitud de un docente inquisidor que regurgite 2 o tres preguntas al aire.

Las actitudes vacilantes de los alumnos al responder comprueban nuestra hipótesis. En la Universidad Bicentenaria de Aragua de estos casos hay como arroz. Por eso algunos estudiantes se mantienen en el “limbo” durante 2 o 3 años y no alcanzan a redactar una noticia como Dios manda. La cátedra de periodismo informativo karmatiza a gran parte del estudiantado enajenando a los “pobres” estudiantes a no saber redactar con conciencia. No sabemos redactar.
No es de omitir también el carácter inclemente de la ortografía sobre nosotros los pichones de periodista. Antes de P y B se escribe M, eso es inolvidable. A pesar de esto nunca falta el estudiante que escriba sobre esta batalla campal, un error desgarrador que culpa a la educación básica de nuestro país. También, las leyes de acentuación en las palabras dejan olvidado el real sentido de palabras como pública y publica. Estos ejemplos que nos desesperanzan no son ni la más ínfima parte de la realidad.

Hay demasiados horrores gramáticos, ortográficos, sintácticos, morfológicos. Es decir, si el escribir de los periodistas es malo, ¿quién podrá defendernos?: ¿La Real Academia Española?, ¿La Sociedad Interamericana de Prensa?, ¿El Colegio Nacional de Periodistas?, ¿La Escuela de Comunicación Social?, ¿El profesorado?, ¿nuestros compañeros de clase? ¿La familia? Se dice en la calle que la institución familiar es la responsable de los males en la sociedad y destrucción de los valores convencionales. Nuestra lengua se ve afectada por esto.

Dejamos colar una frase del Libertador: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción.”. Si, destrucción. Destrucción del gremio, de la credibilidad, de la Escuela, de la profesión, del español, de la ética, de nuestro intelecto. ¿Qué más puede el estudiante dar? Solo un poco de atención, profundizar y leer sobre los tópicos que en realidad favorecen a nuestra formación. Leer, Dios mío, leer. Para que así algún día nuestra preparación esté a nivel de las exigencias del día a día en el campo laboral y en las letras de nuestra lengua castellana.

De la Definición de Hombre (Ensayo)

Al encontrarnos con la definición de Hombre indiscutiblemente hallamos un abismo casi ininteligible. El carácter abstracto y trivial del conocimiento humano, le otorga esta cualidad. Las opiniones (teóricas en su mayoría) no se delimitan a conceptualizar la idea, estas solo plasman una cara del prisma complejo del hombre.

Existen muchas concepciones propuestas que intentan definir nuestra cualidad humana, animal y espiritual. Pero ninguna de éstas define en síntesis todo lo que comprende el concepto de Hombre. Me atrevería a decir, e incluso a teorizar, que El Hombre es un conjunto de abstracciones espirituales, biológicas, sociales, psicológicas y lingüísticas que existen si y solo si gracias al pensamiento y el análisis. Estas facultades nombradas (pensamiento y análisis) son netamente humanas.

Al aventurarnos con a analizar el concepto desde el punto de vista de las ciencias filosóficas nos encontramos con diferentes corrientes. Las más conocidas deberían ser consideradas. En este punto tendríamos que considerar las teorías sobre el ser, el conocimiento y las cualidades ontológicas en la filosofía y las ciencias humanistas. Ese cógito ergo sum -pienso, luego existo- que propuso Descartes. Es decir, que no podemos aproximarnos a una definición del concepto de Hombre, si no consideramos primero su existencia. Es entonces cuando opino que este carácter del hombre que es, le otorga el primer vestigio de definición. Primeramente, el hombre es, existe y piensa.

Generalmente, no podemos demarcar el concepto del hombre a divagancias filosóficas. La abstracción que genera nuestro intelecto no puede ser colmada con éstas. La objetividad, dominando desde hace años el plano cognitivo, ha hecho que la filosofía tome un segundo plano en la ciencia de la definición Hombre. A su vez, las ciencias básicas y las otras disciplinas, han hecho que el concepto esté al alcance de cualquier mortal; filósofos, religiosos e investigadores. Pero estos conceptos otorgados, no son en todo el sentido saciantes.

Esta sed de auto-conocimiento de nuestra sociedad, ha trazado el camino que hoy en día, los humanos caminamos. Un camino lleno de teorías -en su mayoría no probadas- que hacen dudar hasta el más fehaciente de nuestra raza. En esta búsqueda interminable, la sociedad se ha visto impactada principalmente por dos vertientes definitorias. La religiosa, que explica la existencia de la vida, y el sentido de la misma; y la científica, que deja cada vez más vacíos e interrogantes técnicas.

Científicamente el hombre es definido –inmoralmente, a mi parecer- como un animal pensante. Considero que este concepto inhumano nos confina a una naturaleza sin sentido comparada a la barbarie de la madre naturaleza. En primera instancia, acuerdo con este concepto sólo por el simple hecho de que fisiológica y anatómicamente, el humano comparte sus características en un 90% con el resto de los entes del reino animal. Pero en segunda mano, esa cualidad pensante y espiritual del hombre, que nos hace tener pudor y leyes, nos diferencia en gran manera de los desnudos chimpancés.

Es bueno considerar otros principios biológicos que nos rigen. Como hombres, lo principal en el entendimiento de nuestras conductas y conocimientos es el instinto. Este instinto, es inherente a nuestras cualidades biológicas, y su vez nos da cabida de pensar a en nuestras necesidades básicas. Cayendo en comparaciones, los animales son seres que psicológicamente no están capacitados para tener lenguaje (interpretable). Esta cualidad del lenguaje, que personalmente considero biológica, tiende a ser instintiva. Es decir, la mente y el desarrollo de la misma son cualidades plenamente animales; sólo que la intensidad del intelecto es lo que genera el lenguaje que nos hace Hombres.

Todas estas características que nos hacen Hombres, están determinadas por el código genético y el genoma humano. No nos quedaría de otra, que preguntarnos: ¿Será que las cualidades espirituales del hombre están escritas en ese código?

A pesar del lenguaje y la perfección de la máquina humana, el concepto de Hombre no se concreta si no se toman en cuenta otras cualidades que hacen de la raza humana una sinfonía. El arte, la espiritualidad y la política hacen que el humano, organizado en sociedades, se diferencie del “antepasado” en común con el mono del que habla la Teoría de la Evolución. Según los evolucionistas, la espiritualidad queda relegada al pasar del tiempo y a la creación del hombre. Así mismo, al descender de un antepasado en común con los primates, nos relegamos a no ser especiales. Solo somos producto del pasar del tiempo.

Personalmente, opino que la espiritualidad es la esencia del hombre. Para definir el hombre, debemos primero entender la trascendencia del espíritu en este problema. Hay teóricos que no se identifican con la existencia del espíritu. El espíritu, a mi manera de ver las cosas, le da la cualidad pensante al hombre. Sin este, el hombre es un animal sin pudor ni paradigmas. Entonces, sumando, considero que el ser y el espíritu van artísticamente ligados. Desligar el espíritu del ser es algo plenamente arcaico, ya que a mi parecer, la lógica indica que lo que da la razón es ese nosequé intrínseco a las cualidades humanas -alma-.

Entonces, al hallar la sumatoria de las características que nos hacen hombres, nos encontramos con el trío frecuentado por filósofos, espirituales y científicos del mundo: cuerpo, mente y alma. Este triángulo que fundamenta las bases de la mayoría de las religiones y filosofías es en esencia la reducción del concepto del hombre a tres divergencias.

En síntesis, para definir el hombre en su máxima extensión, tenemos que tomar en cuenta los posibles puntos de vista considerables, cada cual independiente en sui generis. El espiritual, dictaminado sencillamente por la fe en la existencia del espíritu y las religiones. El biológico o material, delimitado por la realidad científica que plasma la biología y la medicina, omitiendo las teorías no comprobadas. Y finalmente el filosófico o lingüístico que nos da el poder de divagar en la concepción espiritual de la vida y en sus consecuencias físicas que terminan haciendo del Hombre una especie única en su género con sed de conocimiento. Concluyendo esta impuntualidad, queda de parte del individuo hacer un concepto propio e independiente del Hombre y su sentido en este planeta. Esta actitud y responsabilidad humana, tan individual, conserva el mismo sentido que el proselitismo en las religiones.