“Explotó el peo”. Eso fue lo que pensé cuando leí la publicación en el facebook de una amiga referente a un supuesto robo en un aula del edificio de derecho en la Universidad Bicentenaria de Aragua aproximadamente a las 11 de la mañana. Para colmo, unos días antes, mientras sacaba copias dentro del campus, observé que en el vidrio de la recepción del edificio de post-grado había un panfleto con dos fotos de unos individuos -tomadas por las cámaras de seguridad en las pirámides- advirtiendo sobre un presunto robo perpetrado por los fotografiados en la tienda “Dulcesitos”. Esto me hizo caer en la credulidad fatua de los chismes de pasillo.
Transcurrida la tarde, luego de un largo día de trabajo contable, me dispuse a asistir a mi clase de Planificación y Desarrollo Radiofónico. Era la primera vez que el facilitador llegaba temprano a impartir su cátedra. Con los ánimos distendidos y rotos los alumnos hicieron que la clase entrara en tensión tempranamente. Sin siquiera terminar de dar el plan de evaluación, la clase fue dada como vista; gracias a la actitud parloteadota y a la charlatanería de los estudiantes. Súbitamente, en pleno zaperoco, irrumpió un alumno proclamando exaltado: “¡NO ES POSIBLE QUE EN ESTA INSTITUCIÓN LA INSEGURIDAD ESTÉ CADA VEZ PEOR! ¡SECUESTRARON A UN ALUMNO Y LO MATARON A LOS CUATRO DÍAS! ¡EN ESTE MOMENTO SE ESTÁ DESARROLLANDO UNA PROTESTA EN EL EDIFICIO DE DERECHO!, ¡NOSOTROS PROTESTAREMOS!, ¡YO NO SE USTEDES!”.
Para acabar de componer, el alumnado, ya disperso por la “clase vista” y por las fúnebres declaraciones, se esfumó poco a poco como agua entre las manos del aula. Todos con diferentes intereses, partimos a una noche que depararía para la Universidad Bicentenaria de Aragua una hermosa “guarimba” del cansado estudiantado. Mientras el aula se quedaba vacía y yo intentaba mediar por los estudiantes interesados para seguir viendo clases, de un sopetón quedamos a oscuras. Cortaron la luz, pensé. Ahí en medio de la locura y el griterío, decidí averiguar qué estaba pasando. Salí del aula, seguidamente del edificio y al divisar al primer guardia de seguridad lo sometí a una pregunta directa. ¿Qué hay de cierto en esos rumores? ¿Es verdad que robaron un en aula de derecho esta mañana? Sin nada que decir el seguridad fue interrumpido por quien estaba con el, un señor con rasgos de profesor. “Si, es verdad” me dijo el individuo.
Alarmado por la extraña ola de rumores que se escuchaban en los pasillos, chismes cada vez mas exagerados, decidí ir a la Escuela de Comunicación Social. Al subir, no necesité hablar nada. El director de la escuela, el Lic. Ramflint Lermo, con cara de que sabía a lo que yo iba, empezó a hablar. “¿Me vas a decir qué si hubieran robado a alguien esta mañana, van a reaccionar 12 horas después?, eso es ridículo. Esos son los alumnos flojos de siempre, tratando de armar una protesta más. Y ya vas a ver, esto será peor, irá en aumento, te lo aseguro. No queda de otra que pensar que eso es un rumor que salió de las redes sociales de Internet”. Me quedé frío. Tal vez por mi ignorancia e inocencia no pensé en esos detalles. Pero en ese momento, no estaba satisfecho. Creí que si habían robado, los vigilantes que trabajan en el campus debían estar informados.
Salí de la ECOS luego de una charla tendida y amena con los profesores, directo a ver qué pasaba en derecho. Saqué mi celular y grabé algunos comentarios de los supuestos hechos que ya conocía. Presunto robo en un aula de derecho perpetrado por dos malandros armados, un presunto secuestrado-muerto, la amiga de Angelito que según fue atracada en las afueras de la universidad mientras yo estaba en clase, los presuntos robos al Banco Occidental de Descuento (BOD) en la institución, los supuestos robos a las 6 de la tarde y el presunto atraco a la tienda “Dulcesitos”. Estos casos me tenían cabezón y curioso, aunque la situación de seguridad en la UBA estaba trastocada desde hace años. Carros desvalijados, atracos, bombas lacrimógenas, guarimbas, vidrios reventados, carros agraviados y otros casos se sumaban a los rumores y el estudiantado explotó.
“¡NO SOMOS PRESOS!, ¡SOMOS ESTUDIANTES!” gritaba a coro la multitud acompasada desde el alma. Alarmado, ya en la zona de los futuros legisladores, divisé al tumulto, con caras irreconocibles (a mi primer juicio); gritaban desesperados, almas enclaustradas pedían ayuda, respiro y atención de parte de las autoridades universitarias. Observando el bululú, noté que en el núcleo, donde se batía el cacao del meeting, estaban unos 10 líderes, gritando a todo pulmón por sus derechos, la comunidad estudiantil asentía con gritos y señales de aprobación en el aire. Me acerqué poco a poco y me fijé que uno de los estudiantes estaba rojo, iracundo, algo sucio como si hubiera estado batallando cuerpo a cuerpo. No le presté atención a los detalles y me distraje con la ambulancia que recién había llegado a la puerta trasera de la Universidad. “Coño, no me digas que heridos”, pensé.
Fui intempestivamente al nuevo tumulto, que rodeaba a un herido. Al aproximarme a la salida, observé que el portón lo habían tumbado a la fuerza. La señorita en medio de la muchedumbre había sido herida por este, que cayó en la calle del barrio adyacente a la Universidad. Según el diario El Aragüeño, que reseñó el disturbio, la señorita estuvo desmayada durante veinte minutos. Anonadado, y algo molesto por nuestra imprudencia y nuestros mirones que atosigaban a la herida, decidí alejarme de la herida y volver a la protesta, a ver qué decían los que dieron la cara.
Tantos gañotes, y ni uno entendí, tal vez fue por eso, eran muchos y al mismo tiempo. Claro, reclamaban seguridad, sólo eso entendí. Mientras miraba a los alumnos reunidos vi al mismo chamo sucio, colorado e iracundo y decidí hablar con el. Le comenté algo sobre las bolas que deben tener los estudiantes para protestar de verdad y mi posición al estudiar en una casa de estudios privada. Al hablarle de esto, el muchacho, idealista, me decía: ¡PERO AYÚDANOS!, CON ESE GAÑOTE Y LO QUE HACES ES MANDAR, APÓYANOS. Yo sólo le respondí que no soy de esos que tumban estatuas y arman zaperocos -a pesar de incentivarlos a hacerlo-, menos en una universidad privada con cámaras. El me dijo que el si, exaltado. Mientras conversaba con el joven, me comentó que era de sexto semestre de derecho. Asimismo, contándome detalles de la subversión, me mostró el candado forzado del portón recién tumbado. Al ver el candado, pensé tal cual serie policial gringa: este candado es evidencia.
Luego de esto, me enteré que la policía presuntamente había incautado dos armas al lado del portón tumbado. Me alejé de los entes implicatorios, y trate de acercarme de nuevo al núcleo de la protesta en la planta baja del edificio de derecho y avisté a varios de mis compañeros de clases en el tumulto. Los alumnos seguían con las consignas contestatarias en contra de la autoridad. Lo que no había notado era que ya estaban grabando declaraciones, ¿de quién?, no lo sabía. Me acerqué un poco y después de la preguntadera me enteré que era Carlos Gámez, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Me impresioné al saber que era el, entre tantos estudiantes enfurecidos como jauría de lobos hambrientos. En un momento pensé que lo iban a linchar, los alumnos estaban sedientos de justicia.
Imagino que cansados de tanto alboroto, las autoridades mandaron a cortar la energía, para que la gente se fuera a su casa en paz. Esto hizo que varios de los protestantes, gritaran exaltados en coro con dominio de voces femeninas. A su vez los ánimos se fueron disipando, y cada quien se fue alejando del alboroto. La protesta se había terminado.
Luego de un día de haber vivido tan extrañas cosas, sé que los verdaderos ladrones son los que le robaron el tiempo de las preciadas clases a los alumnos que si querían aprender algo esa noche. La inseguridad social, latente en la patria, es un mal lamentable que está salpicando de sangre nuestras paredes universitarias. Queda de parte de nosotros, el personal obrero y el personal docente y administrativo de la UBA, batallar con moral y luces estas póstumas patrañas que fueron predichas por José Vicente Rangel en el Diario VEA: guarimbas en las Universidades. ¿Causadas por inseguridad? ¿Que los ladrones de la UBA están haciendo que nuestros pagos sean en vano? Yo no se, eso lo sabes tu.