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domingo, 8 de noviembre de 2009

De la Definición de Hombre (Ensayo)

Al encontrarnos con la definición de Hombre indiscutiblemente hallamos un abismo casi ininteligible. El carácter abstracto y trivial del conocimiento humano, le otorga esta cualidad. Las opiniones (teóricas en su mayoría) no se delimitan a conceptualizar la idea, estas solo plasman una cara del prisma complejo del hombre.

Existen muchas concepciones propuestas que intentan definir nuestra cualidad humana, animal y espiritual. Pero ninguna de éstas define en síntesis todo lo que comprende el concepto de Hombre. Me atrevería a decir, e incluso a teorizar, que El Hombre es un conjunto de abstracciones espirituales, biológicas, sociales, psicológicas y lingüísticas que existen si y solo si gracias al pensamiento y el análisis. Estas facultades nombradas (pensamiento y análisis) son netamente humanas.

Al aventurarnos con a analizar el concepto desde el punto de vista de las ciencias filosóficas nos encontramos con diferentes corrientes. Las más conocidas deberían ser consideradas. En este punto tendríamos que considerar las teorías sobre el ser, el conocimiento y las cualidades ontológicas en la filosofía y las ciencias humanistas. Ese cógito ergo sum -pienso, luego existo- que propuso Descartes. Es decir, que no podemos aproximarnos a una definición del concepto de Hombre, si no consideramos primero su existencia. Es entonces cuando opino que este carácter del hombre que es, le otorga el primer vestigio de definición. Primeramente, el hombre es, existe y piensa.

Generalmente, no podemos demarcar el concepto del hombre a divagancias filosóficas. La abstracción que genera nuestro intelecto no puede ser colmada con éstas. La objetividad, dominando desde hace años el plano cognitivo, ha hecho que la filosofía tome un segundo plano en la ciencia de la definición Hombre. A su vez, las ciencias básicas y las otras disciplinas, han hecho que el concepto esté al alcance de cualquier mortal; filósofos, religiosos e investigadores. Pero estos conceptos otorgados, no son en todo el sentido saciantes.

Esta sed de auto-conocimiento de nuestra sociedad, ha trazado el camino que hoy en día, los humanos caminamos. Un camino lleno de teorías -en su mayoría no probadas- que hacen dudar hasta el más fehaciente de nuestra raza. En esta búsqueda interminable, la sociedad se ha visto impactada principalmente por dos vertientes definitorias. La religiosa, que explica la existencia de la vida, y el sentido de la misma; y la científica, que deja cada vez más vacíos e interrogantes técnicas.

Científicamente el hombre es definido –inmoralmente, a mi parecer- como un animal pensante. Considero que este concepto inhumano nos confina a una naturaleza sin sentido comparada a la barbarie de la madre naturaleza. En primera instancia, acuerdo con este concepto sólo por el simple hecho de que fisiológica y anatómicamente, el humano comparte sus características en un 90% con el resto de los entes del reino animal. Pero en segunda mano, esa cualidad pensante y espiritual del hombre, que nos hace tener pudor y leyes, nos diferencia en gran manera de los desnudos chimpancés.

Es bueno considerar otros principios biológicos que nos rigen. Como hombres, lo principal en el entendimiento de nuestras conductas y conocimientos es el instinto. Este instinto, es inherente a nuestras cualidades biológicas, y su vez nos da cabida de pensar a en nuestras necesidades básicas. Cayendo en comparaciones, los animales son seres que psicológicamente no están capacitados para tener lenguaje (interpretable). Esta cualidad del lenguaje, que personalmente considero biológica, tiende a ser instintiva. Es decir, la mente y el desarrollo de la misma son cualidades plenamente animales; sólo que la intensidad del intelecto es lo que genera el lenguaje que nos hace Hombres.

Todas estas características que nos hacen Hombres, están determinadas por el código genético y el genoma humano. No nos quedaría de otra, que preguntarnos: ¿Será que las cualidades espirituales del hombre están escritas en ese código?

A pesar del lenguaje y la perfección de la máquina humana, el concepto de Hombre no se concreta si no se toman en cuenta otras cualidades que hacen de la raza humana una sinfonía. El arte, la espiritualidad y la política hacen que el humano, organizado en sociedades, se diferencie del “antepasado” en común con el mono del que habla la Teoría de la Evolución. Según los evolucionistas, la espiritualidad queda relegada al pasar del tiempo y a la creación del hombre. Así mismo, al descender de un antepasado en común con los primates, nos relegamos a no ser especiales. Solo somos producto del pasar del tiempo.

Personalmente, opino que la espiritualidad es la esencia del hombre. Para definir el hombre, debemos primero entender la trascendencia del espíritu en este problema. Hay teóricos que no se identifican con la existencia del espíritu. El espíritu, a mi manera de ver las cosas, le da la cualidad pensante al hombre. Sin este, el hombre es un animal sin pudor ni paradigmas. Entonces, sumando, considero que el ser y el espíritu van artísticamente ligados. Desligar el espíritu del ser es algo plenamente arcaico, ya que a mi parecer, la lógica indica que lo que da la razón es ese nosequé intrínseco a las cualidades humanas -alma-.

Entonces, al hallar la sumatoria de las características que nos hacen hombres, nos encontramos con el trío frecuentado por filósofos, espirituales y científicos del mundo: cuerpo, mente y alma. Este triángulo que fundamenta las bases de la mayoría de las religiones y filosofías es en esencia la reducción del concepto del hombre a tres divergencias.

En síntesis, para definir el hombre en su máxima extensión, tenemos que tomar en cuenta los posibles puntos de vista considerables, cada cual independiente en sui generis. El espiritual, dictaminado sencillamente por la fe en la existencia del espíritu y las religiones. El biológico o material, delimitado por la realidad científica que plasma la biología y la medicina, omitiendo las teorías no comprobadas. Y finalmente el filosófico o lingüístico que nos da el poder de divagar en la concepción espiritual de la vida y en sus consecuencias físicas que terminan haciendo del Hombre una especie única en su género con sed de conocimiento. Concluyendo esta impuntualidad, queda de parte del individuo hacer un concepto propio e independiente del Hombre y su sentido en este planeta. Esta actitud y responsabilidad humana, tan individual, conserva el mismo sentido que el proselitismo en las religiones.

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